CULTURA DE LA PAZ

En los albores del siglo XXI, América Latina entra a esta era, en medio de procesos sociales cargados por violencias de diferente índole, marcadas y posibilitadas por un coctel nada prometedor: La incapacidad de los estados para garantizar la seguridad, una larga tradición de injusticias y abandonos de las instituciones sobre los grupos más vulnerables, una historia de desigualdades sociales, vacíos éticos en los lazos de convivencia y de construcción de lo social, prácticas informales e ilegales que han sobrevalorado la intolerancia, las relaciones ilegales y lenguajes violentos… Sin embargo, en medio de este escenario complejo y desalentador, aparecen de aquí y allá algunos procesos y experiencias emergentes que proponen alternativas esperanzadoras en esta tarea de construir la paz. Los diferentes grupos humanos que conforman la diversidad latinoamericana, especialmente las generaciones jóvenes, han comenzado a demostrar y reflejar en sus prácticas, el hastío por estas formas violentas de la sociedad. Pequeñas comunidades han explorado y avanzado en formas colectivas de organización social que rechaza a los diferentes actores del conflicto y proponen prácticas que construyen nuevos imaginarios de identidades de paz. Empresas brasileras basadas en principios de legitimidad y filantropía, mujeres en Mozambique que se levantan contra la guerra y organizan la comunidad, grupos campesinos heterogéneos que se declaran comunidades de paz en Colombia; las experiencias de planeación colectiva territorial en países de Europa… son algunos ejemplos de brotes emergentes de esos “laboratorios locales de Paz”, que suceden principalmente en el tercer mundo, con grupos humanos que históricamente han sido desfavorecidos.

Dichas experiencias, tales procesos, ponen sobre relieve la tarea crucial que tenemos de construir nuevos paradigmas de convivencia que no solo garanticen formas no violentas de interacción sino que además propongan nuevos imaginarios éticos y simbólicos que aseguren la construcción de la paz como cultura en este siglo. Lo problemático de este asunto y lo que a su vez lo hace interesante, es que esta tarea ha de ser una apuesta colectiva que involucre las iniciativas personales así como el compromiso institucional por “desarmar” los modelos referentes que refuerzan los estándares violentos de nuestra sociedad y nuestro pensamiento. ¿Cómo hacer para construir y valorar la paz, cuando la palabra, el pensamiento y la acción son violentos, cuando el ejemplo y la enseñanza promueven el resentimiento y la venganza? Es claro que en este propósito se requiere más de creatividad, iniciativa y riesgo colectivos, que de modelos preestablecidos.

Clas formas de establecer la relación de autoridad en círculos laborales, familiares o educativos, las prácticas informales al margen de criterios legales; la manera como acostumbramos a afrontar las diferencias o conflictos con otros; constituyen facetas de la interacción social que están ineludiblemente atravesados por trazas que replican una cultura de violencia y que por consiguiente se constituyen en lastres para la consolidación de la paz. Estos procesos los aprendemos de la experiencia, los incorporamos a nuestras visiones de mundo, y los reproducimos sistemáticamente en la interacción de las redes sociales que establecemos.

Por lo tanto, desde la perspectiva cultural debemos romper con este círculo de retroalimentación negativa y transformarlo en un círculo virtuoso que nos conduzca a hacer las paces y a consolidar una cultura donde la paz es un referente primordial. En un escenario donde se hacen cada vez más visibles procesos de cese a conflictos, dinámicas de desmovilización armada, mejoramiento de las condiciones económicas, procesos de reparación y restitución; vale la pena repensar las razones para vivir juntos. Es claro que el postconflicto no es simplemente un estado de ausencia de guerra, sino que en nuestro caso se constituye en una tarea por construir. Las generaciones jóvenes que viven y padecen en la actualidad de forma directa o indirecta las consecuencias sociales de la violencia, necesitan nuevos horizontes de sentido, nuevas semánticas sociales que garanticen que la paz sea duradera, valiosa, y no negociable.

Caminar hacia el postconflicto y hacia una cultura de la paz requiere una apuesta por repensar las dinámicas educativas de la sociedad. Necesita procesos propositivos para construir espacios donde los ciudadanos sepan convivir juntos, en medio de su diversidad y multiculturalidad; donde las apuestas colectivas tengan mayor impacto que las decisiones que responden a intereses personales; donde las identidades colectivas sean tan o más valoradas y reconocidas como las individuales. Es necesario repensar incluso, la función social de la educación formal en todo nivel. Cambiar las didácticas y el enfoque de los contenidos; repensar los acompañamientos, contar la historia no tratada como combustible para los resentimientos sino como camino recorrido para la paz; resignificar el lenguaje y las relaciones entre géneros; crear verdaderos escenarios de interacción participativa, formar en la resolución pacífica de conflictos… todos estos son entre muchos otros, ejemplos de acciones institucionales que debemos garantizar. Nuestros niños, niñas y jóvenes; nosotros mismos, necesitamos favorecer espacios y construir redes relacionales de convivencia donde la paz sea una premisa, donde la tarea por garantizarla, sea asunto de todos y no de unos pocos, donde la diferencia no sea obstáculo sino oportunidad, donde la dignidad humana se constituya en el eje central de la cultura y del desarrollo. Cualquier espacio de interacción social es un campo listo para arar y comenzar a sembrar procesos pacíficos, la familia, la escuela, la vecindad, las redes sociales, las comunidades virtuales… ningún espacio debe ser excluido, ningún sujeto debe ser privado de su responsabilidad.


PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

  • ¿Cómo recrear o construir un nuevo lenguaje para la cultura de la paz?
  • ¿Es posible, y de qué manera sería; cambiar las prácticas sociales que reproducen violencias?
  • ¿Qué función social cumple hoy la educación formal y cómo repensarla?
  • ¿Cómo entender la ciudadanía para la paz?
  • ¿Qué papel tienen los medios de comunicación?
  • ¿Qué hacer con las redes sociales?


7
JUL

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7
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