NUEVA RURALIDAD COMO ESCENARIO PARA LA PAZ

En los países en vías de desarrollo, frecuentemente nos encontramos con la gran disparidad y diferencia entre los sectores urbanos y las zonas rurales. Mientras las ciudades crecen, usualmente incontrolada y desordenadamente, y generan mejores oportunidades para sus habitantes en términos de empleo, servicios públicos, educación y planes de vivienda social, entre otras alternativas económicas y culturales. Los campos se empobrecen y se excluyen del desarrollo. Esto se refleja en una oferta educativa limitada en su infraestructura física y tecnológica, docentes con bajos niveles de formación y en otros casos presencia intermitente de los mismos, ocasionando procesos de enseñanza de baja calidad; desconexión de los campos de los centros urbanos, explicado en parte por la deficiente malla vial, generando problemas de movilidad de las personas y aislamiento de los mercados. El acceso a los servicios públicos es prácticamente inexistente, escasea frecuentemente la energía eléctrica, el agua potable y la interconectividad, entre otras cosas. Así, el espejismo de la ciudad se torna una razón halagüeña para migrar, lo que resulta en mayores cinturones de miseria en las ciudades y el abandono del campo. Estas situaciones pueden, incluso, comprometer seriamente la seguridad alimentaria dado que las actividades rurales se abandonan y los campesinos migran a las urbes bajo la ilusión de un mejor bienestar, sin dimensionar que su experiencia y habilidades para el trabajo no encuentran demanda en ciudades donde la actividad económica obedece a otras vocaciones. Lo anterior ha significado que la capacidad productiva del campo disminuya y que los países importen bienes y mercancías que por tradición eran producidos internamente. Por tanto, esta población migrante que llega a las ciudades se ubica por razones naturales en las zonas de mayor concentración de población pobre, ahondando los cordones de miseria urbana.

Así mismo, los países de la región que vivieron o aún viven conflictos armados internos tienen en las zonas rurales el principal escenario de la violencia y a los campesinos como el botín de guerra, quienes por diferentes circunstancias se convierten en la mayoría de los casos en combatientes de los diferentes grupos y quienes optan por otras alternativas en los desplazados de sus territorios. Buena parte de las guerrillas del siglo XX se nutrieron de población campesina pero, de la misma manera, los soldados de las fuerzas regulares tuvieron o tienen origen campesino. En el caso colombiano, también se ha configurado una realidad rural signada por la persistencia del conflicto que ha estado acompañada de una redefinición del campo que no se puede entender al margen de la violencia, el tráfico de armas, del narcotráfico, la expropiación de tierras, el desplazamiento forzado y voluntario del campo.

En este sentido, ha sido también común que los temas agrarios y de tierras estén presentes en buena parte de las luchas y las reivindicaciones de grupos y organizaciones ilegales pero pero también en las legales.

No es extraño, entonces, encontrar que las diferencias entre lo urbano y lo rural se sustentan en una brecha cada vez más amplia y que distancia más a las poblaciones en realidades como la educación, el acceso a los servicios de salud, a la infraestructura para el comercio, la vivienda, y los servicios públicos esenciales, los servicios financieros, los derechos sociales, económicas, culturales y ambientales Los campesinos siguen siendo poblaciones vulnerables y frecuentemente utilizadas como parte de las clientelas políticas, que se basan en estas condiciones para seguir ahondando su pobreza y vulnerando aún más sus derechos.

Abordar los temas del Desarrollo Rural Integral es punto obligado de las agendas de las sociedades en desarrollo, si de verdad quieren generar oportunidades para todos, cerrar la brecha de la inequidad, fortalecer la democracia, y lograr la seguridad y la soberanía alimentaria. Los temas territoriales que se imponen como esenciales para el desarrollo conllevan asuntos como propiedad de la tierra, participación política, capacidad de decisión de las comunidades y contextos sociales y económicos que permitan el “buen vivir” en las zonas campesinas. La nueva ruralidad es, por tanto, uno de los escenarios más importantes para construir la paz en el siglo XXI y generar sociedades más equitativas y democráticas.

Los aspectos señalados se sustentan en una “revalorización de lo rural”, desde la cual lo rural se entiende como una nueva y mejor calidad de vida, como una oportunidad para “ser y estar mejor”. Un volcar la mirada y reconocer que la sostenibilidad de las urbes depende de la re significación del campo y del campesinado, del retornar a éste con condiciones para potenciar el desarrollo de actividades productivas armoniosas con el medio ambiente, con infraestructura económica y social que permita el mejoramiento de la calidad de vida de sus pobladores, y de un ambiente de paz y de reconciliación que permita avanzar en la construcción de nuevos escenarios donde el ciudadano rural encuentra oportunidades y libertades para crear alternativas de desarrollo sustentable.


PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

  • ¿Qué implicaciones culturales ha de tener la visibilización y promoción de la “ciudadanía rural”?
  • ¿Qué variables o elementos sociales políticos o económicos están detrás de los procesos de restitución de tierras y reingeniería del agro, como factor para la paz?
  • ¿Cómo entender esa “nueva” ruralidad en el escenario de construcción de paz?


7
JUL

Palabras de Clausura del II Congreso Internacional Edificar la Paz en el Siglo XXI

Con éxito culminó el II Congreso Internacional Edificar la Paz en el Siglo XXI, después de socializar y hacer la entrega del Manifiesto pro la Paz, EL Hno. Carlos Gómez, Rector de la Universidad de La Salle, hizo el cierre del evento y estas fueron sus palabras.



7
JUL

Palabras de inauguración del II Congreso Internacional Edificar La Paz en el Siglo XXI

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