REPENSANDO DEMOCRACIAS

A lo largo de la historia moderna, prácticamente desde el descubrimiento de América, hasta nuestros días, las dinámicas sociales geopolíticas se han caracterizado por la búsqueda de procesos que logren subordinar o alinear a cada vez más grupos sociales en más regiones a una misma lógica de mercado y de relaciones de poder. Dichos procesos han tenido diferentes nombres en la historia: conquista, colonia, evangelización, imperialismo, desarrollo, subdesarrollo, modernización y globalización (De Sousa 2002). Este proceso, al cual los científicos sociales han denominado de modernización, ha implicado la apuesta por el intento de universalizar dinámicas sociales, valores y conocimientos, que en la actualidad se han reconocido, cada vez con más claridad, como regionalismos dominantes. La ciencia, la religión, las dinámicas de mercado, han jugado un papel decisivo en este marco de modernización que a pesar de sus promesas no ha logrado alcanzar los ideales supuestos para la sociedad.

En este mismo contexto han crecido y se han desarrollado los modelos de gobierno, la comprensión de lo político y las dinámicas de control y administración de lo social, de lo público y de las apuestas de construcción de los estados. En este escenario, las sociedades modernas se erigieron sobre las premisas de la racionalidad, la justicia, la libertad, la no discriminación, el progreso para todos. Paradójicamente, los modelos que ostentaron la mayor oportunidad de garantizar el alcance de estos ideales, como los modelos democráticos, han mostrado y demostrado su incapacidad para lograr tales cometidos; más aún han decaído en problemáticas sociales más profundas y dramáticas. Hoy por hoy, las sociedades han producido muchas más riquezas que décadas atrás, pero también se han concentrado en porcentajes de población mucho más reducidos y excluyentes. En el período de la segunda postguerra se han desarrollado múltiples conflictos armados entre naciones, los cuales han cobrado más víctimas que todas las de la segunda guerra mundial. Las brechas sociales se han tornado abismales, no solo en cuanto a riquezas materiales sino en relación a las posibilidades de acceso y calidad en servicios, en procesos educativos y en oportunidades de desarrollo.

Estamos en el período de los bicentenarios de las independencias de las naciones latinoamericanas. Nuestros países han emprendido un camino lento, a diferentes velocidades con muchas tensiones, en la construcción de democracias que permitan alcanzar tales ideales propuestos como consigna para la modernidad occidental. Pero a través de esta ventana de los doscientos años, podemos ver grandes disparidades, injusticias, violencias que la región ha enfrentado, en buena parte por los coletazos y traspiés en la construcción de procesos que bajo la idea de democracia ha disfrazado a veces nuevas formas de marginalidad y de exclusión. . Donde el ejercicio de la política se ha especializado en manipular la opinión pública con ilusiones fáusticas y sueños de oropel ¿no han estado acaso estos gobiernos “seudodemocráticos”, detrás del origen de diferentes violencias en nuestro continente? En la actualidad tenemos un reto evidente: es posible que bajo el principio de participación y del “gobierno del pueblo” se pueda reconciliar lo que es irreconciliable y se pueda deshacer lo que se ha amarrado mal a lo largo de estas historias?

La realidad nos muestra que las naciones latinoamericanas, al igual que como sucede con otros países del globo, han producido dinámicas de participación en el plano de lo local, que dan muestras de nuevas formas de integración y de participación en lo social. Grupos humanos, identidades sociales han emergido poco a poco, mostrando sus compromisos colectivos, a través de formas novedosas de participación social directa, a veces en conflicto con los modelos institucionalizados de los países, pero con una fuerza enraizada en sus tradiciones, de una parte, y en la posibilidad de conectarse con las dinámicas globales, por otra. Los procesos de desmovilización, las amnistías, los pactos locales y globales por la no violencia, la manifestación global de apoyar iniciativas como la Carta a la Paz dirigida a la ONU, son múltiples y pequeñas muestras de que la comprensión de los modelos democráticos tradicionales, se han reconfigurado y han sido permeados por esta misma dinámica democrática de participación directa de grupos de personas que ya no solo se conforman con los modelos representativos, sino que se sienten protagonistas de los hechos sociales de nuestro presente.

Pensar la paz, en nuestro contexto, implica, por tanto, pensar en los procesos de participación, en la inclusión de la gente, de manera real y concreta, de atender y entender estos movimientos emergentes de discursos e identidades alternativas, no solo como eventos marginales o coyunturales sino como síntoma claro de una nueva estructuración social.


PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

  • En medio de una globalización con diferentes ritmos y valores, con la consolidación de procesos socioculturales, cada vez más diversos y plurales, la Paz, debe ser parte de la reflexión de la pregunta de nuestros tiempos: ¿Cómo vivir juntos?



7
JUL

Palabras de Clausura del II Congreso Internacional Edificar la Paz en el Siglo XXI

Con éxito culminó el II Congreso Internacional Edificar la Paz en el Siglo XXI, después de socializar y hacer la entrega del Manifiesto pro la Paz, EL Hno. Carlos Gómez, Rector de la Universidad de La Salle, hizo el cierre del evento y estas fueron sus palabras.

7
JUL

Palabras de inauguración del II Congreso Internacional Edificar La Paz en el Siglo XXI

Palabras del Hno. Carlos Gómez Restrepo, Rector de la Universidad de la Salle. Dando Inicio al II Congreso Internacional Edificar la Paz en el Siglo XXI.