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Marina Gallego: “Gracias a trabajos de grupos feministas se está desmantelando la verdad"

Marina Gallego


Marina Gallego, Presidenta de la Ruta Pacífica de las Mujeres y abogada de la Universidad de Antioquia, ha destacado en la Defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario ante organismos, Cortes y Tribunales Internacionales. Además es feminista activa, pacifista y trabajadora incansable en la promoción y defensa de los derechos Humanos de las Mujeres y derecho internacional humanitario. Y está convencida de que la única manera de lograr la paz es a través de la negociación política.


De su trabajo cabe destacar la Comisión de la Verdad y Memoria de las Mujeres Colombianas donde se abre un espacio para promover la voz de las mujeres que han estado silenciadas ante el conflicto. Tal como las mujeres dicen, esta comisión es “el espacio para nosotras, contar nuestra verdad, porque acá solo se ha escuchado la verdad de los victimarios”.


De su intervención en el primer encuentro de expertos del eje temático del congreso “Mujer y Paz” del cual forma parte, Marina Gallego ha destacado la construcción de la mujer no cómo victima sino como agente constructor de paz, ya que ella es portavoz de un gran colectivo de mujeres las cuales manifiestan la rotunda negación del conflicto armado i destaca el movimiento feminista cómo un agente constructor de paz.


“Se ha proliferado esta denuncia, del impacto negativo de los conflictos que reciben las mujeres, sin embargo no se publica la denuncia y sigue siendo desconocida para la gran mayoría, tanto a nivel nacional como internacional”, ha afirmado. Pero ha insistido: “Es gracias al trabajo de grupos feministas y de otras organizaciones de mujeres se está desmantelando esta información”.

 

Fatuma Ahmed: “A las mujeres no se les debe reconocer por su condición de víctima sino por su rol pacificador"


Desde la experiencia africana, Fatuma Ahmed, experta en estudios de paz y decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Internacional de los EEUU y África (USIU), ha hablado en el primer encuentro de expertos del eje “Mujeres y paz”, sobre el rol de las mujeres como constructoras de paz.


Su mensaje nos hace entender la pluralidad de mujeres y sus formas de trabajar en la construcción para la paz. Según ella las mujeres trabajan tanto de forma individualizada como colectiva, muchas están invisibilizadas y otras generan espacios para poder a conocer su trabajo. Y la reconciliación social es parte de su trabajo porque a pesar de ser víctimas y sufrir los horrores de la guerra siguen manteniendo la red social y la vida de familia.


Y si esto es así Fatuma nos aclara que no es gracias a la condición de ser mujeres sino por la opción política del pacifismo que éstas optan. “A las mujeres no se les debe reconocer por su condición de víctima sino por su multiplicidad y complejidad de los distintos roles que cumplen en la sociedad. Por lo tanto se debe deconstruir la idea de que la mujer por ser mujer cumple con un rol de género pacífico. Si las mujeres son pacíficas es por una opción política hacía una cultura de paz”.

 

Esperanza Hernández: “Construir la paz significa hacer posible lo aparentemente imposible”


Esperanza Hernández, que actualmente trabaja como investigadora de temas relacionados con la paz en pueblos indígenas del Amazonas en la Fundación Caminos de Identidad, FUCAI e Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, manifiesta en el primer encuentro de expertos del eje temático "Mujeres y paz" la voluntad de generar un trabajo constructivo de las mujeres en la construcción para la paz y su habilidad para la autogestión tanto con la comunidad indígena, con las afrodescendientes, las campesinas y con las trabajadoras sexuales del país.


Según Hernández en este momento "a pesar de la pluralidad de mujeres y de la alta victimización de éstas, de recibir violencias directas tales como los feminicidios, dentro del ámbito familiar, el conflicto armado, violencia estructural (pobreza) y cultural (hombre superior a la mujer), están mostrando su poder pacífico, son constructoras de paz y se organizan usando la autodefensa”. Y, por eso, hace un llamado para abrir espacios legítimos y efectivos donde se reconozca las voces y el trabajo de éstas mujeres. “Construir la paz significa hacer posible lo aparentemente imposible”, asegura esperanzada.

 

Violencia y afirmación de las mujeres

Estas reflexiones parten de una experiencia de trabajo con numerosos grupos de mujeres en América Latina, especialmente de Guatemala y El Salvador, pero también de Colombia, en el campo del trabajo psicosocial. La mayor parte han sido tejidas, han nacido del trabajo con ellas, y especialmente en los debates y testimonios recogidos en el proyecto REMHI (Reconstrucción de la Memoria Histórica) de Guatemala (ODHAG, 1998). Son pues, parte de una experiencia compartida.


La violencia contra las mujeres


En los conflictos armados el mayor número de muertos y desaparecidos corresponde a los hombres. Incluso en lugares como Guatemala, donde la violencia fue ejercida contra comunidades enteras en lo que se llamó la política de “tierra arrasada”, el 80 % de las víctimas directas fueron hombres. A los ojos de ejércitos y movimientos armados los hombres se convierten en mayores sospechosos de participar en la guerra. Sin embargo, la violencia directa contra las mujeres es cada vez más importante, dentro de una tendencia de tratar de ganar la guerra a través de ganar control del tejido social, organizaciones civiles y comunidades.


Las mujeres son víctimas directas de los grupos armados en relación a tres consideraciones


1. Como parte de la población general, que participa en comunidades, grupos o movimientos sociales. Las mujeres son acusadas como el resto de la población, especialmente en zonas en las que ésta se constituye en el objetivo (control de la gente y del territorio).


2. Por su relación con sus familiares o amigos, acusados de pertenecer a la guerrilla (y otros grupos armados). Las relaciones familiares o afectivas de las mujeres las colocan, a los ojos de los grupos involucrados en la guerra, como colaboradoras del “enemigo”, fuente posible de información, etc. con lo que se convierten también ellas en objetivo militar.


3. Por su condición de líderes de las comunidades. En otras ocasiones las mujeres son golpeadas por su condición de líderes de sus comunidades o movimientos sociales. Cuando las mujeres asumen un mayor protagonismo social, o cuestionan la lógica de la guerra, se convierten en objetivo directo. Muchas líderes campesinas, de movimientos de familiares de desaparecidos, etc. son hostigadas, o asesinadas porque su trabajo cuestiona las bases de la dominación. En el caso de Colombia, por ejemplo, las mujeres de la OFP se han convertido en los últimos años en objetivo de los grupos paramilitares en el Magdalena Medio, quienes tratan de controlar sus actividades, desmantelar las redes de apoyo y solidaridad, y hostigar a sus dirigentes.


La violación como arma


Además de las otras formas de violencia (como las masacres, ejecuciones extrajudiciales, tortura o desaparición forzada), las mujeres también sufren en muchos países la violación como un arma de guerra. La violación está socialmente considerada como un estigma. Como parte de un ataque contra la dignidad de las mujeres, las violaciones son poco reconocidas. En el caso del informe REMHI solo se recogieron 145 denuncias de casos de violación (de los 5000 testimonios). Sin embargo, los sobrevivientes de masacres describieron violaciones sexuales en una de cada seis masacres, lo que hace esa proporción mucho más elevada, dado que se reconstruyeron 422 masacres asociadas a destrucción comunitaria[2].


Las mujeres se consideran en muchas ocasiones como un botín de guerra del que podían disponer como un objeto los vencedores (Dowdeswell, 1987). En otras ocasiones la violación es una forma de demostrar el poder, o una forma de extorsión para no ser asesinadas. La violación ha permeado todas las formas de violencia contra las mujeres.


También las agresiones sexuales a las mujeres son frecuentes durante las guerras, como una forma de desmoralizar al enemigo como un todo. Los piratas tailandeses violaron intencionalmente a las mujeres vietnamitas delante de sus familias para asegurar la humillación de todos. Un equipo de investigadores de la Unión Europea que visitó la Ex-Yugoslavia en diciembre de 1992 llegó a la conclusión de que muchas mujeres y adolescentes bosnias habían sido violadas en Bosnia-Herzegovina como parte de una campaña sistemática para sembrar el terror (ACNUR, 1994).


Estábamos en un taller con los entrevistadores que habían recogido testimonios. Yo les había preguntado por la violación de las mujeres, a ellos que son todo hombres. Pero no respondieron, miraron hacia el suelo y se quedaron en silencio. Yo también me quedé en silencio después. Esa había sido su respuesta: la violación de las mujeres era también una violación de la comunidad. Claudia. Proyecto REMHI, Guatemala, 1997


Las mujeres pueden perder su confianza en los demás y muchas veces la aceptación social. Además de la humillación personal y el ostracismo familiar que sufre la mujer, los esposos, hermanos y padres pueden a la vez sentirse impotentes y responsables. Mientras los hombres y las mujeres que sean heridos o asesinados se les considera “héroes” o “mártires”, no hay un estatus digno para las mujeres que han sufrido violación. Como en el caso de las personas desaparecidas el sufrimiento de la persona y la familia no puede ser validado.


En los estudios sobre consecuencias de la violencia, las violaciones son consideradas como las formas de violencia que tienen un mayor impacto psicológico (60 % de las mujeres con síntomas o secuelas importantes). Probablemente ello tenga que ver con que la violación es un ataque a la dignidad de las mujeres y tiene consecuencias muy negativas como la pérdida del sentido de seguridad y las dificultades de relación con los otros.


A pesar de los pasos dados hacia su consideración de crimen de lesa humanidad en el contexto de la guerra (como en el caso del Tribunal de la ExYugoslavia) la violación está sometida a una invisibilidad social, y dado que se da también en los espacios familiares o personales, es frecuentemente vista como una agresión de tipo privado. Este tipo de consideraciones pueden explicar por qué la violencia contra las mujeres ha sido prácticamente invisible a los ojos de la sociedad y a lo largo de la historia.


Yo creo que las mujeres cultural e históricamente hemos asumido la violencia como algo consustancial a nuestra existencia (...) Yo creo que es un factor que influye mucho, o sea desde antes de nacer, porque el hecho de que se privilegie el nacimiento de un niño al de una niña ya es una expresión de violencia ¿verdad? Con eso crecemos y transcurre nuestra vida. Testimonio REMHI (ODAHG, 1998).


En las espaldas de las mujeres


Impacto familiar y social


Son la mayor parte de las veces las mujeres quienes tienen que enfrentar el impacto de la violencia en sus propias vidas, las de sus familias y comunidades[3]. Las mujeres tienen que hacer frente a los procesos de duelo e impacto por las pérdidas familiares y sociales, y la mayor parte del trabajo de reconstrucción familiar y social recae sobre sus espaldas, especialmente cuando tienen que hacerse cargo solas de la familia. Por ejemplo, en los campamentos de refugiados en Hong-Kong, las mujeres se mostraban ansiosas, deprimidas y con pocas expectativas de futuro. Las mujeres con niños, además estaban preocupadas por cómo éstos vivían la experiencia de los campos de detención. Además, las mujeres tienen en general muchos menos espacios sociales para participar que los hombres, por lo que a la mayor sobrecarga afectiva y social se une un menor poder sobre su propia vida o la toma de decisiones.


En el caso de Guatemala, las mujeres aparecían más afectadas por pérdidas familiares que los hombres, referían haber sufrido más pérdidas del cónyuge, manifiestaban mayores dificultades económicas, conflictos familiares, sobrecarga y multiplicación de roles e imposibilidad de rehacer la vida. Muchas familias fueron afectadas de forma múltiple por las pérdidas familiares -pérdida del esposo (21%), de los padres (22%), de los hijos (12%) y de otras personas (21%)-. Además, las familias sufrieron un acoso familiar, hostigamiento y persecución posterior, que conllevó muchas veces su ruptura. A más largo plazo, han tenido que enfrentar una grave crisis familiar de carácter económico (pobreza), social (sobrecarga de roles) y afectivo (división) que, en gran medida, se prolonga hasta la actualidad.


Además de un patrón de pérdidas familiares que afecta más a las mujeres sobrevivientes, esto sugiere que las consecuencias familiares de la guerra recaen en mayor medida en ellas. Especialmente los datos del REMHI confirman la necesidad de apoyar psicológica y socialmente a las viudas, ya que sufrían un mayor impacto social y afectivo, una mayor privación (hambre y sufrimiento en condiciones extremas) y falta de control sobre su propia vida, así como mayores consecuencias en su salud. Ese impacto no sólo era grave en el momento de los hechos sino que su impacto negativo todavía era importante diez o doce años después.


Diferentes percepciones en los testimonios: roles y sensibilidad


En el caso del REMHI analizamos las diferencias entre hombres y mujeres respecto a sus percepciones del conflicto. A pesar de que las diferencias no era muy grandes, los hombres hacían más referencia a los efectos sociales y grupales, hablaban más de organización y compromiso social, daban en mayor medida explicaciones de tipo sociopolítico y medidas sociales de reparación. Las mujeres participaban de todos estos componentes, pero hacían más referencia a los efectos individuales y familiares, así como en su condición de mujeres, y daban más explicaciones interpersonales o de la conducta que los hombres.


Las explicaciones de estas diferencias pueden encontrarse en las diferencias de género socialmente construidas, y de forma ambivalente, interpretarse como una menor visión política del conflicto por parte de las mujeres, o una muestra de la importancia que tienen para ellas el impacto personal y en el tejido social más próximo.


Articulando la vida: roles de las mujeres y reconstrucción del tejido social.


Todas las consideraciones anteriores sobre el gran impacto de la violencia no significan que las mujeres no tengan una gran capacidad de afirmación y resistencia frente a las situaciones difíciles y la propia dinámica de la guerra. A pesar de la frecuente consideración de las mujeres como un grupo “vulnerable” en muchas situaciones las mujeres tienen mayor capacidad de enfrentar situaciones difíciles y reconstruir su vida. Por ejemplo en los desplazamientos forzados las mujeres son las que se integran mejor en las situaciones de cambio, se centran más en las tareas cotidianas, y a veces tienen más oportunidades de trabajo informal que el hombre –por ejemplo, un campesino que se desplaza a la ciudad y de repente no tiene trabajo y pierde sus posibilidades de ejercer su rol tradicional.


En el psiquiátrico de Sarajevo antes de la guerra el 70% de los ingresos eran de mujeres, y durante el cerco Sarajevo el 70% del ingreso psiquiátrico eran hombres. Hablando de ese cambio el profesor Ceric, el director de ese hospital, decía que muchas mujeres le comentaron que cuando tienes que estar todo el día buscando leña donde vas a coonseguir la comida, tienes que buscar el agua, tienes que buscar no sé qué, no tienes tiempo para los nervios. Las mujeres tienen mayor capacidad de adaptarse a ese tipo de condiciones porque hacen otro tipo de tareas que pueden sobrellevar la sobrevivencia familiar (aunque eso signifique reproducir su rol socialmente asignado). En muchas situaciones son las mujeres las que mantienen los tejidos sociales (las ollas populares, etc.) y la cultura. También tienen una gran capacidad de identificación mutua que no tenemos los hombres en general entre nosotros (o muy diferente a esta), y esos recursos positivos pueden ayudar a mejorar su situación.


Incluso muchas situaciones de catástrofe o tragedia hacen que el papel de las mujeres cambie, entre en crisis el rol privado y se haga más publico. Cuando las mujeres van conquistando espacios sociales de reconstrucción es frecuente que eso conlleve a un proceso de redignificación o de mejora de su autoestima. Cuando terminó la guerra del Salvador a muchas mujeres que habían asumido un papel muy importante en los procesos de reconstrucción, comadronas, promotoras de salud, sus compañeros les dijeron: “ustedes mujeres otra vez, a la casa”, a lo que muchas de ellas se resistieron.


Durante la década de los 80 las mujeres refugiadas saharauis fueron las que llevaron adelante la organización y sobrevivencia en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia), mostrando una capacidad de organización y resistencia clave para ellas mismas y para su pueblo. Sin embargo su papel entró también en crisis cuando se firmó el Acuerdo de Paz, y los hombres regresaron, lo que hizo que éstos volvieran a recobrar su protagonismo social. Sin embargo, en la actualidad las mujeres están tratando de ganar nuevos espacios colectivos y un nuevo protagonismo a partir de la reflexión colectiva que lleva adelante la organización de las mujeres (UNMS). Ese cambio esa crisis en el rol y cómo las mujeres se han apropiado de muchos lugares y de un rol más publico son algo bien importante y que sólo ahora, especialmente a partir de la reflexión y la presión ejercida por las propias mujeres, se empieza a valorar.


Sin embargo, en condiciones de desplazamiento las mujeres también pueden perder sus mecanismos habituales de comunicación y apoyo mutuo. Según Benoist et al (2000) en el caso de las mujeres afganas refugiadas en los campamentos de Pakistán se ha dado un proceso contradictorio: las mujeres asumieron ciertas actividades públicas que tradicionalmente desarrollaban los hombres (por ejemplo, tareas administrativas), lo que les dio un protagonismo y liderazgo inexistente anteriormente, y nuevos roles en sus familias individualmente. Pero los mecanismos de comunicación entre ellas se debilitaron al estar más aisladas y sobrecargadas, con lo que perdieron sus mecanismos tradicionales de presión en la toma de decisiones colectivas.


Apoyo mutuo y cambio social


Muchas mujeres han enfrentado la violencia de forma directa, poniendo en cuestión algunas de los estereotipos sobre el papel de las mujeres en la familia y la sociedad. Por ejemplo, en muchos países han sido las mujeres las que primero se han movilizado para buscar a sus familiares, hacer públicos los hechos o presionar a las autoridades. Muchas de esas experiencias han estado movidas por la lógica del afecto[4]. Buscando a sus familiares desaparecidos han abierto el espacio social cerrado por la violencia.


Cuando empezamos las mujeres a reclamar por nuestros familiares desaparecidos, por la vida, la libertad, contra las dictaduras militares... la participación de las mujeres empieza a ser más evidente. Incluso hay sorpresa por parte del ejército. Es increíble que esas mujercitas, ahí chiquitas, todas endebles, se enfrenten a un ejército que siempre ha sido temido ¡me entendés?. Nadie podía creer que nosotras pudiéramos enfrentar y perseguir y correr al ejército, y por lo menos así salió. No era que se pudiera, es que nos atrevimos a hacerlo. Testimonio (ODHAG, 1998)


Sin embargo, las formas de organización de las mujeres no siempre se basaron solamente en la lógica del afecto. En el marco del enfrentamiento armado también se han dado otros esfuerzos organizados de las mujeres por tener mayor espacio social en las comunidades, desarrollar proyectos colectivos o realizar luchas políticas, como en el caso de CONAVIGUA contra el reclutamiento forzoso (ODHAG, 1998).


Las formas de apoyo mutuo entre las mujeres también han ayudado a poner en cuestión de su rol familiar y social. Por ejemplo, en Bosnia Marie Stopes International estableció una red basada en centros y grupos de autoayuda, en las que la razón más importante para atender a las mujeres no parecía ser el estrés traumático sino el hecho de disfrutar de unos encuentros regulares en un sitio agradable para discutir algunos asuntos propuestos por las mujeres tales como: ¿es el marido el jefe? ¿tienes que casarte para tener un hijo?; mostrando, como en otras guerras, que uno de los efectos psicosociales más notables es el cambio de la forma de pensar de las mujeres sobre ellas mismas (Jones, 1995).


De forma similar, en el contexto de la post-guerra en El Salvador la creación de algunos grupos de mujeres, que han funcionado como grupos de apoyo mutuo, estuvo motivada por la necesidad de responder a la pregunta: ¿qué pasa con nosotras después de la guerra? (Garaizabal y Vazquez, 1992).


Vuelvo a El Salvador, que se encuentra tres pasos más allá del después de la guerra. Acudo a la llamada de mis ganas y la invitación de Sandra, para apoyar a su grupo de mujeres. Se encontraron en la búsqueda de nuevos espacios que guía los pasos de mucha gente que, como ellas, estuvo organizada en el FMLN. Se reunen, celebran, buscan, lloran, tratan de llenar de color su nueva vida, en un país y un proceso que a veces no reconocen como suyo (Viaje a la Memoria, 1997).


Despolarización social: la voz de las mujeres


En muchas sociedades con un fuerte conflicto violento se da una polarización social[5], es decir, la división del mundo entre “amigos” y “enemigos” con una imagen en espejo que obliga a toda la sociedad a posicionarse en un bando, y se criminaliza cualquier postura disidente, lo que lleva a perpetuar el conflicto al bloquear la búsqueda de salidas políticas y el diálogo.


Muchos movimientos de mujeres han contribuido a generar espacios de resistencia (como el movimiento Mujeres de Negro), enfrentar las propias condiciones de violencia de forma directa (como las marchas y barreras de mujeres mayas o su participación en los procesos de negociación en Chiapas). La participación de las mujeres puede contribuir a reforzar la participación social en los procesos de resolución de conflictos, así como a tener en cuenta sus propios puntos de vista y experiencias. Las situaciones de discriminación o la identificación en el dolor que han sufrido muchas mujeres ha supuesto, en diferentes conflictos violentos, un espacio de reconocimiento mutuo y distensión.


En el caso de Irlanda del Norte Alec Reid, quien tuvo un papel clave en el proceso de mediación entre el gobierno británico y el Sinn Fein que dio lugar a los Acuerdos de Stormont, plantea como una de las ideas clave de ese proceso, además del principio de la dignidad de la persona, el dialogo como dinámica de la pacificación y obtener el consenso del pueblo, garantizar que la dinámica masculina/femenina tuviera una representación y protagonismo equilibrado, y que si las mujeres tomaban parte del centro de las decisiones, entonces tendríamos un acuerdo de calidad la mayoría de las veces (2001).


Estos ejemplos muestran, como se recoge en el informe Guatemala Nunca Más, que las mujeres, que por mucho tiempo fueron invisibles para la sociedad, deben ser ahora reconocidas como sujetas de cambio, así como respetado y valorado su aporte como ejemplo de dignidad y defensa de la vida.



Bibliografía


ACNUR (1994). Informe sobre la situación de los refugiados en el mundo. Icaria: Madrid).


Benoist, J.B. et al (2000). La antropología en la ayuda humanitaria. Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe. Bilbao: Universidad de Deusto.


Garaizabal, C. y Vazquez (1992). El dolor invisible. Una experiencia de grupos de auto-apoyo con mujeres salvadoreñas. Madrid: Talasa.


Jane Dowdeswell, "La violación: hablan las mujeres", 1987


Jones, L. (1995) On a front line. British Medical Journal. 310, 1052-54.


Las Dignas (1995).Las relaciones de género y la subjetividad en los proyectos revolucionarios. El Salvador.


Martín Baró. Conflicto y Polarización social (taller). XX Congreso Interamericano de Psicología. Caracas, julio 1986.


Martín Beristain, C. (1997). Viaje a la memoria. Barcelona: Virus.


ODHAG, Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala: Informe Proyecto InterDiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (1998). Guatemala: Nunca Más. Vol. I, II y III. Impactos de la Violencia. Tibás, Costa Rica: LIL/Arzobispado de Guatemala.


Reid, A. (2001). Siempre se puede hacer algo. Testimonio del proceso de paz en Irlanda. Bilbao: Manu Robles-Arangiz Institutua.


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[1] Este artículo nace de reflexiones compartidas con Claudia Estrada, Pilar Yoldi y Yolanda Urízar.


[2]En países occidentales se considera que la subdeclaración de violaciones sexuales es de 1a 5 (EEUU y Europa), por lo que en estos casos sería aún mayor.


[3] Son impresiones comunes, por ejemplo, a las mujeres salvadoreñas que vivieron la guerra, para quienes también las mujeres fueron las más afectadas por la represión, las que siguieron "viviendo y pagando" los muertos de la guerra (LAS DIGNAS, 1995).


[4] Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo siempre dijeron: “Nosotras socializamos nuestra maternidad; “a nosotras nos parieron nuestros hijos”. En un estudio realizado acerca de los movimientos de mujeres en el Cono Sur durante la década del 70, Elizabeth Jelin plantea que, en la mayor parte de los casos, la participación de las mujeres en los movimientos de derechos humanos no se basó en puntos de vista ideológicos o en valoraciones políticas, sino en lo que ella define como una lógica del afecto, de los vínculos afectivos y la responsabilidad de las mujeres por sus familiares desaparecidos. Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), Estudios Básicos de Derechos Humanos. Tomo IV; 1996.


[5]Entendemos por polarización aquel proceso psicosocial por el cual las posturas ante un determinado problema tienden a reducirse cada vez más a dos esquemas opuestos y excluyentes al interior de un determinado ámbito social. Según Martín Baró (1986) la polarización social arrastra una percepción estereotipada entre los grupos rivales que, a su vez, endurece la misma polarización y dificulta la terminación del conflicto.

 
 

Javier Omar Ruiz: “Una paz sin mujeres no sería paz, pero esta quedaría chueca sin hombres”


El miembro del Colectivo Hombres y Masculinidades y autor del libro Masculinadades posibles, otra forma de hombres, aporta un color diferente al eje temático “Mujeres y paz” del II Congreso Edificar la Paz donde los y las protagonistas son las personas.


Ruiz nos propone entender el concepto hombre entendiéndolo ante todo como personas y no cómo personajes con un rol de género asignado por la sociedad. Por lo tanto, el eje vertebral de su trabajo es cuestionar y revisar la construcción cultural de género que predomina tanto en los espacios estructurales e institucionales como los aspectos más culturales y cuotidianos de nuestra sociedad.


En sus propias palabras “Una paz sin las mujeres no sería paz, pero esta quedaría chueca si es que no se involucran los hombres, de este modo se deben replantear las lógicas masculinas en la construcción para la paz”. Y, por ello, propone una revisión del género masculino y reivindica la integración del hombre como compañero constructivo de paz conjuntamente con las mujeres.


“En la construcción de la paz hay que tener en cuenta a los hombres que nos estamos vinculando no solo por ser más solidarios y ser coparticipes con las mujeres sino porque transformando la sociedad también logramos ser mejores seres humanos. Entonces, repensar la masculinidad nos estamos repensando tanto hombres. Tenemos una propuesta de paz desde una perspectiva relacional de género que permita traer mejor probabilidad de éxito cuando los hombres nos sumamos a esta propuesta”.


El Colectivo Hombres y Masculinidades, de la cual forma parte Javier Omar Ruiz, es una organización no gubernamental, conformada con el propósito de adelantar actividades de investigación, capacitación y activismo sobre distintos aspectos de género y de manera particular de movilización sobre la construcción de nuevos referentes de masculinidad.

 

Petra de Llanos: “Para la construcción de la paz se debe desarrollar la autoestima”


Petra de Llanos, docente en Comunicación en la Universidad de China, licenciada en Filología Hispánica, Estudios de Asia Oriental en la Universidad de Barcelona y con veinte años de experiencia como mediadora cultural entre Asia y España, en el eje temáticos “Mujeres y paz” nos propone hacer una revisión a la discriminación existente en el reconocimiento y prestigio de los valores masculinos en los cargos y espacios públicos sobre los valores femeninos. Pide valorizar el trabajo de las mujeres en el hogar y asegura que una de las vías es reconocer cómo estas son constructoras educativas en su propio espacio.


Además, también recuerda que los medios de comunicación tienen un rol importante como transmisores de unos valores más reales, más cercanos a lo que somos las personas. Es interesante el aporte que hace sobre el liderazgo y lanza la pregunta sobre qué tipo de políticos, instituciones y espacios públicos queremos construir. Nos comparte su inquietud para fomentar una educación emocional, una economía más autónoma y una organización familiar más fraternal.


“En algunos contextos de culturas, para facilitar que la mujer desarrolle esta tarea y protagonismo en la construcción para la paz, se tiene que desarrollar elementos básicos como la autoestima y la confianza. A la mujer desde la infancia se le adjudican roles de género que se les impide desarrollar muchas de sus potencialidades como personas. Así que tenemos una imagen muy distorsionada de su ser y estar en sociedad y en el vivir”, recuerda esta experta en comunicación y cultura China.

 

Pacíficas: no por naturaleza sino por opción política y social


A modo de introducción, cuando pensamos en guerra nos imaginamos a hombres con ropa de ejército, usando armas de fuego y disparándose entre ellos. Por otro lado, cuando relacionamos mujeres y guerra inmediatamente nos creamos una imagen de las mujeres cómo víctimas acarreando sus hijos o hijas en brazos. Este imaginario cultural es parte de una realidad masculino-hegemónica que se ha ido construyendo solidificando la construcción social de roles tanto de hombres como mujeres. Javier Omar Ruiz (Colectivo Hombres y Masculinidades - Colombia) nos propone entender la construcción de la paz desde una revisión de estas construcciones sociales de género, unas construcciones que en sus palabras es necesario “que se desarrollen espacios de trabajo para remover todos los paradigmas de género patriarcales que viene dando soporte a la violencia cotidiana y en particular a las violencias”, es decir que a través de una revisión de género, y siguiendo con el mismo autor “debe relativizarse a partir del criterio de no biologizar la cultura”.


Marina Gallego (Coordinadora Nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres - Colombia) también hace una revisión de género para entender que las mujeres somos agentes políticos y sociales para el cambio hacia una cultura de la paz. En palabras de Gallego argumenta que “ser pacifista o estar en los conflictos armados es una acción y no es de la naturaleza biológica que las mujeres seamos pacifistas, sino que es una opción”. Por lo tanto, darnos cuenta que existe el patriarcado y de qué forma construye y afecta las relaciones sociales, son algunos de los primeros pasos para la desvictimización de las mujeres en una cultura que nos visibiliza más como víctimas que como constructoras de paz.


No es tan sólo en contextos de guerra, postguerra, conflictos armados o entre otras situaciones de violencia que a las mujeres se nos victimiza y/o violenta, sino que vivimos en culturas patriarcales que perpetúan las condiciones de subordinación de las mujeres, y que conllevan actitudes negativas ante las diferencias de pensamientos, etnias u orientaciones sexuales dando privilegio al poder masculino – hegemónico.


Saber cómo posicionar el patriarcado a través de una perspectiva de género nos ayuda a salir de la victimización construyendo, así, situaciones más propensas a lo que la paz nos propone. Siguiendo la misma idea, Carlos Martín Beristaín (Médico experto en cooperación internacional - España) argumenta que “un enfoque de género debe poner énfasis en la visión de las mujeres, habitualmente relegada a un segundo plano por las condiciones de marginación en la que se encuentran en la sociedad. Una marginación que no es elegida por ellas sino que viene dada por la violencia tanto estructural (patriarcado), la violencia cultural (machismo) y la violencia física (abusos sexuales)”. Grupos de mujeres y grupos de mujeres feministas trabajan para dar giro a esta situación de pasividad y de victimización construyendo una cultura donde se entienda que las mujeres somos agentes potenciales de cambio, transformadoras de conflictos, demandantes de los derechos humanos, a través de la no violencia y formas pacíficas, no por naturaleza sino por opción política y social.


Dicho lo anterior, para la construcción de la paz, se necesita hacer una revisión en las relaciones de género promoviendo un cambio cultural para que, hombres y mujeres, en sus ámbitos de interacción, lleven a cabo procesos auto-reflexivos que permitan el re-establecimiento de las relaciones sociales. Siguiendo a Beristaín “las mujeres deben adquirir protagonismo y autovaloración en sus formas de hacer, unas formas alternativas al patriarcado. Por parte de los hombres es urgente que repiensen y reflexionen su masculinidad tan así que la propuesta de paz tendría mayores probabilidades de éxito cuando ellos se unan a tal propuesta”.


A modo de conclusión, la cultura de paz necesita a toda la comunidad de personas con la disposición para revisar los roles de género viciados. Hace falta, así, transformar las estructuras de poder establecidas por el patriarcado y hacer de las relaciones sociales espacios más humanos ya que las personas vivimos y crecemos en relación.

 

El reconocimiento de las mujeres en los espacios de construcción de paz centra el eje temático "Mujeres y paz"


La primera sesión del grupo de expertos y expertas del eje temático Mujeres y Paz ha tenido la participación de un centenar de personas de diferentes lugares de Colombia a título personal por un lado, y por otro en nombre de sus respectivas organizaciones y colectividades de la sociedad civil del país, todas con experiencias de trabajos colectivos con mujeres como agentes de construcción de paz. Respeto al grupo ponente ha estado presente Carmen Magallón (Directora Seminario de Investigación para la Paz –Zaragoza, España), Marina Gallego (Coordinadora Nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres), Carlos Martín Beristaín (Médico. Experto en Cooperación Internacional), Esperanza Hernández (Experta en construcción de paz desde la base), Fatuma Ahmed (Experta en estudios de paz y profesora de la US University – Nairobi, Kenia), Petra de Llanos (Hispanista. Universidad de Radio y Comunicación de Pekín – R.P. China) y Javier Omar Ruiz (Colectivo Hombres y Masculinidades). El dialogo ha sido conducido por Diana Espinosa (Oficina Nacional de Programas de ONU Mujeres en Colombia).


El inicio del evento lo ha protagonizado Diana Espinosa dando la bienvenida a los y las presentes y presentando las siete ideas y retos principales del documento marco elaborado por el grupo de expertas. El primer elemento a destacar del documento es la imperante necesidad de reconocimiento y visibilización de las mujeres como agentes constructoras de paz. El segundo punto hace referencia a la importancia que tiene el trabajo en red. El tercer punto a destacar es la necesidad de fomentar la educación para la paz, una educación con perspectiva relacional de género para que se desmantele el sistema educativo hegemónico y patriarcal. En el cuarto punto se hace un reclamo para reconocer el trabajo no remunerado de las mujeres para que éstas sean personas más autónomas y se reconozca los ejercicios de liderazgo que llevan en su cotidianidad. El quinto punto hace referencia a la imperante necesidad de cambiar las estructuras de poder respecto al reconocimiento formativo entre hombres y mujeres. Aún, la corporalidad de la mujer es más despreciada en el mundo profesional respecto a la presencia del hombre provocando que, muchas mujeres capacitadas sean desaprovechas en la sociedad. El sexto punto hace referencia a la incuestionable presencia de la organización entre mujeres como una herramienta para la construcción de paz y el séptimo y último punto destaca la necesidad de hacer, aún hoy en día, cierta discriminación positiva hacia las mujeres siempre y cuando estén en disparidad y teniendo en cuenta que son medidas temporales englobadas en el reto de la transformación cultural.


La sesión ha seguido con la intervención de las ponentes donde Carmen Magallón ha sido la primera en exponer. Ella planeta el terminar con la dicotomía entre ejercicio académico y compromiso político las cuales deberían ir en concierto. Las mujeres ofrecen una experiencia histórica que demuestra cómo han ofrecido un aporte histórico conceptualizado como “racionalidad civilizatoria” que hace referencia a una perspectiva pacifista.


La segunda ponente ha sido Marina Gallego partiendo su discurso con la idea que “la guerra tiene una arquitectura patriarcal” argumentando así que las mujeres no son pacíficas por naturaleza sino por opción política ya que existen mujeres que optan por la guerra. Otro punto clave que ha aportado Gallego es la importancia de conseguir presencia de mujeres referentes en las mesas de negociación para la paz porque, por ahora, es inexistente su presencia.


Carlos Martin Berstain ha argumentado que es necesario evidenciar el protagonismo de las mujeres en la construcción de paz. La paz no es solo la ausencia de armas, esta es una condición necesaria pero no suficiente. Existe una cultura de paz que requiere de condiciones dignas de acceso a vivienda, a salud, a educación, de condiciones que también constituyen la paz. De igual manera, la posibilidad de poder interactuar en la sociedad libremente, sin condicionantes que limiten su desarrollo como parte de los estereotipos adjudicados a ellas.Es una defensa al derecho a vivir sin miedo.


Respcto a Esperanza Hernandez ha argumentado que las mujeres han mostrado una mayor capacidad de resistencia a los conflictos sociales. Éstas han contribuido a replantar su rol, las mujeres se han atrevido a salir a la calle cuando nadie se atrevía a salir, las mujeres han hecho tránsito de víctimas a constructoras de paz y las mujeres han salido “de la casa a la plaza” en una actitud valerosa que a muchas les costó la vida.


Fatuma Ahmed ha argumentado que la participación de las mujeres no se limita a la resistencia no violenta, también se a orientado a actuar como mediadoras de paz, en un empoderamiento pacífico que las ha llevado a la exigencia de sus derechos, desplegando capacidades y potencialidades de las que en muchos casos no se tenía conciencia. Las mujeres no se constituyen como victimas naturales, esta es una construcción que se hace sobre ellas, la cual en ocasiones hace que las mujeres se auto-victimicen y desconozcan sus propias capacidades.


Las aportaciones de Petra de Llanos ha complementado la sesión dando importancia al uso de los medios de comunicación porque éstos no promueven una sociedad armónica y pacífica. También ha dado importancia a una educación para la paz donde esté libre de estereotipos de género y por último fomentar el empoderamiento y el liderazgo en el campo educativo.


Por último se ha destacado el valor de la perspectiva relacional de género promovido por Javier Omar Ruiz, como una opción que se contrapone a las visiones estructurales de género, una visión mantenida por el monodiscurso incluso aplicado en los diálogos de paz elaborado en los acuerdos de La Habana ya que se están elaborando desde una perspectiva del hombre masculino hegemónico patriarcal.


Para finalizar se abrió la oportunidad de escuchar a cuatro representantes de diferentes organizaciones de mujeres colombianas que trabajan localmente en sus comunidades la construcción de la paz. El tema principal que se habló en este momento fue la estigmatización y la ignorancia que las víctimas reciben por parte de las autoridades al momento de considerarlas como agentes constructoras de paz y reconstructoras de sus comunidades.

 

Más hombres participan en las segunda sesión de "Mujeres y paz"


En la segunda sesión de Mujeres y Paz se ha realizado en el mismo auditorio que ayer, en el auditorio Rojo de la Universidad de La Salle. Ha habido una participación de un centenar de personas, la mayoría mujeres no obstante ha habido más presencia de hombres que el día anterior. Los expertos y expertas que han participado han sido Carlos Martin Beristaín, Javier Omar Ruiz, Carmen Magallón, Marina Gallego y Petra de Llanos. Se disculpan por ausencia Fatuma Ahmed y Esperanza Hernández. El inicio de la sesión lo ha promovido Diana Espinosa igual que la sesión de ayer.


Espinosa junto con Martín Beristaín han hecho un resumen de la sesión anterior remarcando los puntos más importantes hablados tanto en la sesión de la mañana como los de la tarde. En seguida se ha pasado el turno de palabra al público para no perder el eje importante que tiene este congreso, dar importancia a otras voces no representadas en el grupo de expertos y expertas. La participación del público ha sido amena ya que se han planteado varios temas complementarios a los acuerdos del documento elaborado por los y las expertas durante el pre-congreso.


La importancia de la educación como espacio de construcción de paz y espacio para trabajar desde la interseccionalidad es un punto que complementa el documento. En este sentido Magallón ha promovido que en las escuelas se debe enseñar con claridad la diferencia que hay entre violencia y conflicto. Por otro lado ha propuesto a los y las docentes que revisen el contenido de la materia que se imparte en las escuelas: “Hay que promover la diferencia entre conflicto y violencia en las escuelas”, también destaca la necesidad en “destacar a las mujeres destacadas en los libros de texto, hay que hacerlas visibles porque hay mujeres que han pensado y experimentado los conflictos desde otras perspectivas”. Magallón también ha remarcado que hay grupos de mujeres quienes han entrado en las disciplinas dando una revisión a los sesgos androcéntricos y sexistas que aún existen en éstas. El público añade la necesidad de que la academia se haga responsable que, desde sus profesionales, se comprometan en revistar estos contenidos y en dar otra mirada a la educación patriarcal.


Siguiendo con Magallón argumenta que “se debe hablar de tipos de feminismo ya que no es un movimiento homogéneo y por eso se generan conflictos y divergencias” Es así que entender el feminismo se debe hacer desde su pluralidad. Es importante no hablar de un solo feminismo sino de feminismos que contemplen las realidades diversas de los diferentes mundos que se ubican las mujeres. Desde esta idea se ha llegado al acuerdo que es importante insistir en dar liderazgo a la forma diferente del hacer de las mujeres, dar un status a sus discursos y a sus prácticas para la construcción de paz. En palabras de Gallego “las mujeres no solo somos sujetas para el estudio de la paz sino que construimos ese contenido” o refiriéndonos a Martin Berinstaín “el trabajo de las mujeres en la construcción de paz es como ir entrelazando una trenza”, esto significa que se tiene que incorporar y contemplar en la agenda de construcción de paz diferentes dinámicas, prácticas y experiencias positivas que las mujeres realizan en sus respectivos territorios, espacios e incluso en lo cotidiano. Desde esta perspectiva también se planteó, desde el público, la importancia de incorporar en estas experiencias de construcción de paz una perspectiva de los colectivos LGTBI (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales), ya que esta visión pluraliza la construcción de paz y rompe los esquemas de una visión hegemónica estructural que es la que sigue aún presente.


Por otro lado, Gallego remarca su trabajo feminista con el conjunto de mujeres, un trabajo de mistura entre diferentes realidades y a través de una mirada del feminismo de la diferencia, incorporando a mujeres negras, indígenas, campesinas, lesbianas, ecofeministas, pobres, etc. Ella ha aportado en la mesa un discurso más político que ha remarcado la importancia de denunciar la ausencia de la presencia de las mujeres en espacios de poder de decisión, parafraseando a Gallego “en ciertos ámbitos donde las mujeres no alcanzamos a ver ni a tocar” refiriéndose en las mesas de decisiones sobre aspectos económicos, políticos, jurídicos, entre otros. De igual forma que Gallego, Martín Beristaín remarca la importancia del conocimiento dese abajo, es decir a “construir lo académico pero desde abajo, a rescatar las experiencias de resistencia de las mujeres tal como se ha hecho en la Ruta Pacífica de las Mujeres”. Gallego ha complementado el discurso de Berinstaín remarcando que “la práctica es lo que ha hecho que el conocimiento que poseemos ahora sea situado y no que haya sido creado desde la teoría. Por esto tiene importancia la Comisión de la Verdad de las Mujeres ya que la construcción de la verdad es participativa y ellas son las mismas sujetas de crear el contenido, un contenido que reivindica que el poder actual no nos deja ser desde y para las mujeres”.


Javier Omar Ruiz ha aportado en la sesión la perspectiva de relación de género para la construcción de la paz. De ésta forma responde a la pregunta sobre qué perspectiva encara el eje temático en general, una pregunta planteada por el público. Es así como Ruiz ha aclarado que “hay que replantearnos los paradigmas patriarcales de los hombres pero también de lo femenino, de la feminidad o de ser mujer. Es importante solidarizar hacia las mujeres pero también es importante que los hombres se miren para sí mismos y que nos cuestionemos qué prácticas de violencia ejercemos”


Concluyendo la sesión se acordó sumar los aspectos planteados en esta sesión como parte del documento marco elaborado por los y las expertas durante el pre-congreso. La sesión finalizó, por propuesta del público, con un minuto de silencio, de respiración y de meditación.

 

Conferencia Central de Fatuma Ahmed


Eje Temático Mujeres y Paz


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11
JUN
FASE PREPARATORIA DEL CONGRESO EDIFICAR LA PAZ
Desde diferentes campos de trabajo y de experticia, los expertos de cada eje temático se reunieron respectivamente en torno a sus mesas para generar los primeros diálogos que serán la base teórica de los temas que se tratarán en el II Congreso Internacional Edificar la Paz 2014.

23
SEP
SINGULARIDAD DEL CONGRESO
Somos sujetos históricos, es decir, fruto de la historia y a la vez hacedores de historia. Fruto de ella porque, si la historia hubiese sido distinta, el presente sería distinto y nosostros no existiríamos.
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Más hombres participan en las segunda sesión de "Mujeres y paz"

Carmen Magallón inicia el debate sobre como la educación debería tractar la diferencia entre violencia y conflicto en las escuelas y ser un espacio de construcción de paz. También destaca la necesidad de “destacar a las mujeres en los libros de texto, hay que hacerlas visibles porque hay mujeres que han pensado y experimentado los conflictos desde otras perspectivas”.

El reconocimiento de las mujeres en los espacios de construcción de paz centra el eje temático "Mujeres y paz"

La primera sesión del grupo de expertos y expertas del eje temático Mujeres y Paz ha tenido la participación de un centenar de personas de diferentes lugares de Colombia a título personal por un lado, y por otro en nombre de sus respectivas organizaciones y colectividades de la sociedad civil del país, todas con experiencias de trabajos colectivos con mujeres como agentes de construcción de paz.

Pacíficas: no por naturaleza sino por opción política y social

Resumen de algunas de las aportaciones de los expertos del eje temático "Mujeres y paz" del congreso sobre el papel estereotipado del hombre y de la mujer en un conflicto

Petra de Llanos: “Para la construcción de la paz se debe desarrollar la autoestima”

Esta experta en comunicación, cultura china y participante del eje “Mujeres y paz” también propone hacer una revisión a la discriminación existente en el reconocimiento y prestigio de los valores masculinos en los cargos y espacios públicos sobre los valores femeninos.

Javier Omar Ruiz: “Una paz sin mujeres no sería paz, pero esta quedaría chueca sin hombres”

El miembro del Colectivo Hombres y Masculinidades y autor del libro Masculinadades posibles otra forma de hombres asegura que también se deben replantear las lógicas masculinas en la construcción de la paz para que esta tenga éxito,

Artículo de Carmen Megallón, de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza, dentro del libro conjunto "Género, Conflicto y Construcción de la Paz. Reflexiones y propuestas".

Esperanza Hernández: “Construir la paz significa hacer posible lo aparentemente imposible”

La investigadora de la Fundación Caminos de Identidad recuerda que la mujer hoy es constructora de paz y se organiza mediante la autodefensa

Fatuma Ahmed: “A las mujeres no se les debe reconocer por su condición de víctima sino por su rol pacificador"

La experta en estudios de paz y decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Internacional de los EEUU y África (USIU) reivindica la mujer como constructora de paz y no como víctima de los conflictos.

Marina Gallego: “Gracias a trabajos de grupos feministas se está desmantelando la verdad"

Marina Gallego, Presidenta de la Ruta Pacífica de las Mujeres y abogada de la Universidad de Antioquia, ha destacado en la Defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario ante varios organismos. Además es feminista activa, pacifista y está convencida de que la única manera de lograr la paz es a través de la negociación política.